martes, 17 de junio de 2008

La universidad y el futuro del conocimiento.

Hace más de tres años, 3.000 profesores e investigadores de Universidad firmamos el Manifiesto “¿Qué Educación Superior?”, redactado por un grupo de profesores de la UCM (“Profesores por el Conocimiento”), en el que expresábamos nuestra grave preocupación ante la orientación del proceso de construcción de un Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). Entre las preocupaciones entonces apuntadas se encuentran las siguientes: que la transformación de la Universidad se realice sin el indispensable debate público y sin tener en cuenta las opiniones de profesores y estudiantes; que se menosprecien demandas sociales, desligadas de intereses mercantiles, como la adquisición de una sólida formación en determinadas especialidades científicas o humanísticas; que los cambios no tengan en cuenta las características y necesidades de cada uno de los estudios universitarios y se aplique un modelo único para todas las titulaciones; que la adaptación de los estudiantes al mercado de trabajo sea la finalidad única de la formación universitaria y que, por tanto, el énfasis no se ponga en los contenidos, los conocimientos, sino en la adquisición de habilidades y destrezas; que la transformación suponga un aumento desmesurado del trabajo burocrático del profesor, consumiendo la mayor parte de sus energías en claro detrimento de la calidad de la docencia; que
en la valoración de ésta se evalúe el uso de ciertas metodologías y nuevas tecnologías independientemente de lo que debería ser lo fundamental: los contenidos y los resultados; o que se afronten las reformas sin un estudio serio, e indispensable, de las necesidades económicas y de los recursos materiales y humanos necesarios para llevarlas a cabo.

Tres años después hay más elementos de juicio para que la comunidad académica pueda valorar si estos temores eran infundados. Por nuestra parte sólo podemos suscribir las palabras del Rector de la UCM quien, en su reciente artículo “Sí a Bolonia, pero no así” (El País, 9/6/2008), manifiesta que “los peligros … son reales”, si bien “no deben ser imputables a Bolonia”. En efecto, como siempre hemos mantenido, otro proceso de convergencia con Europa es posible, desde la afirmación y confirmación de la Universidad como institución cuya tarea es la creación del conocimiento mediante la investigación y su transmisión mediante la docencia. Bienvenido todo aquello que contribuya a ese objetivo fundamental, siempre que no se confundan en ningún momento los medios con los fines. Pero cuando la evaluación de la calidad de la docencia se orienta no a los contenidos y resultados docentes sino a las metodologías y herramientas utilizadas, presumiendo, además una deficiencia pedagógica indiscriminada del profesorado con independencia de su experiencia y de su buen hacer, algo va muy mal en un proceso de supuesta mejora de la Universidad. ¿Es imaginable una descalificación parecida de los jueces o los médicos como consecuencia de cualquier proceso de europeización?

Del mismo modo, alguien tiene que explicar qué tiene que ver el reconocimiento de títulos o la mayor movilidad entre universidades europeas con medidas tales como la supresión de titulaciones (p.ej., Filologías), inevitable si se exige un número determinado de estudiantes de nuevo ingreso para la aprobación de una titulación de grado, o la eliminación, por parecidos criterios, de asignaturas optativas, pese a que universidades como la UCM dispongan, en ambos casos, de recursos para mantenerlas.
Deberíamos recordar la Declaración de los Rectores de las Universidades Europeas en 1988, quienes definieron la Universidad como una institución autónoma, que “de manera crítica, produce y transmite la cultura por medio de la investigación y de la enseñanza (…) con independencia moral y científica frente a cualquier poder político y económico”, y que atribuyó a los profesores la tarea de “transmitir el saber”, o sea, los conocimientos producidos a lo largo de
generaciones, y a los estudiantes “el derecho de enriquecerse con ello”. Desde estas palabras de la Carta Magna de las Universidades Europeas, sí a Bolonia, pero con estas premisas. La UCM tiene la responsabilidad de impulsar un cambio de rumbo en el ámbito de las decisiones que le competen y la posibilidad de liderar un proceso de convergencia real acorde con el compromiso que la institución universitaria ha de tener con el conocimiento. Cada vez queda menos tiempo.

Por Julia Téllez
Profesora de la Facultad de Ciencias Físicas.

1 comentario:

Jesu Marín dijo...

La Ciudad Universitaria debería seguir siendo "la ciudad del saber",ideal del rey Alfonso XIII que respetaron los republicanos e incluso Franco.

La idea moderna de la Universidad, la funda Guillermo de Humboldt en 1810, cuando se funda la Universidad de Berlín con un lema: "libertad y soledad", que los muchachos estuviesen allí, en un espacio libre durante 5 ó 6 años sin preocuparse de su colocación futura, pero proyectados hacia la ciencia, el conocimiento, hacia la cultura, hacia los ideales que hay que tener para que la cultura progrese en esa ciudad.

Esto es lo que deberíamos defender frente a la Universidad pragmática en la que se forma a la gente para colocarse, lo cual es una aberración según Walter Benjamin.

Muy bien, y no olvidamos cada palabra de lo que nos dijo nuestro representante, Berzosa en El País, el artículo al que hace referencia Julia Téllez: "Sí a Bolonia, pero no así":

"Tengo que declarar que si verdaderamente Bolonia representa lo que dicen los que se manifiestan en su contra, desde luego que no cuenten conmigo en este proceso. No estoy dispuesto a contribuir a la privatización y mercantilización de la universidad pública, ni a degradar los títulos universitarios, ni a supeditar el conocimiento al interés exclusivo del mercado. Tampoco a convertir la Universidad en una escuela de formación profesional en la que predominen con exclusividad las enseñanzas basadas en las capacidades y habilidades, y a que deje de ser lo que debe ser, un lugar donde además de preparar buenos profesionales se genere y se transmita el conocimiento, un espacio de reflexión y pensamiento, de debate y de crítica, y sobre todo un lugar de investigación y de discusión acerca de los problemas y desafíos que atenazan a la humanidad, que son muchos."

Ya hemos visto qué sucede cuando entra la empresa en la investigación, no hay más q ver la controversia suscitada entre los científicos frente al posicionamiento del "cambio climático" por ejemplo. ¿Es que vamos a permitir dejar a la ciencia, las artes y las humanidades en manos de estas éticas empresariales que nos financian y dirigen ya los resultados de las investigaciones???? Desde luego que tenemos que tener cuidado con eso... los resultados científicos deben ser objetivos, no en función de ningún criterio económico ni político ni religioso ni ideológico.

Bueno, pues si todavía estamos a tiempo y tenemos derecho a nuestra autodeterminación, defendamos nuestro ideal universitario!


---(Bien, estos datos no me los invento, están extraídos del documental:
"Voces y formas de la Memoria. La Ciudad Universitaria de Madrid (1927-2006)" de la Filmoteca Española", y también de la opinión de un profesor de la privada, BOES, Círculo de Empresarios y del artículo de Berzosa al que Téllez hace referencia.)---